Sacerdocio

“El administrador me explicó que el “pendorcho” de la cupla de la bomba de agua es carísimo, y encima ya no se fabrica más. Así que el que compró es el de media pulgada que hay que mandar a rebajarlo con una lija especial que viene de Costa de Marfil; y con el cierre de la importación hay que conseguirla vía Paraguay y se paga en dólares. Y como dicen que en el correo de Paraguay abren los paquetes, mandó un “remís” que le salió varios miles de dólares. ¿A vos te parece pagar miles de dólares por una lija?...
El pendorcho en sí no es caro, es más, le salió muy barato porque el administrador tiene su pendorchólogo y lo consigue por nada, creo dos mil o tres mil dólares, pero el tema es que cuando tenía la lija fue a que lo rebajaran y el tipo que hace el trabajo estaba internado.

Habló con el médico, le tiró unos “mangos” al enfermero, pero no hubo caso. El médico dijo que el tipo en la Unidad de Terapia Intensiva no puede estar lijando un pendorcho; y la verdad que tiene razón.

El tema es que no se podía dejar sin agua a todo el edificio por el pendorcho. Y buscó otro que se dedique a eso, a lijar pendorchos, ¿y podés creer?, el otro que se dedica a rebajar pendorchos más cercano estaba en Uruguay, entonces con buen tino el administrador se fue a Uruguay con la familia para solucionar este tema. Y qué te digo que el “yorugua” no trabaja con la lija de Costa de Marfil: el tipo lo hace con unas que vienen de Albania, y el pobre administrador se tuvo que ir hasta el Chuy a buscar una. ¿Sabés lo que vale una lija de Albania?, creo que seiscientos dólares o algo así. Decí que el administrador tiene la camiseta del edificio puesta y con paciencia se fue con la familia recorriendo todas las playas hasta llegar al Chuy.   

Ahora el tipo, el lijador, me dijo que era un capo; me contó el administrador que agarró la lija y en dos minutos rebajó el pendorcho y anda perfecto. Así que lo invitó a comer en un restó de comida de Katmandú, no sé cómo se dice, si comida Katmanduseña, katmanduense o Katmanduera, no sé; lo que sé es que quedó como un duque, porque a éstos tipos hay que tenerlos bien porque un día te dicen que no te atienden porque salen a pasear con la familia y te puedo asegurar que no te atienden, por más dólares que les ofrezcas. En cambio si vos los llevas a comer “camarones a la hare krishna” o a la no sé qué, no te pueden decir que no. Pensá que los camarones esos salen quinientos dólares el plato, y no los vas a acompañar con un “tetra” blanco. Son gastos protocolares que tiene el consorcio, ¿me entendés?

Y de repente terminás de comer y le decís ¿un postrecito? Y el tipo se saca la servilleta del cuello, toma la carta y mira; y a vos medio que te da calor porque estos tipos no se sacan el “overol” ni en Navidad, y en el restó son todos jeques, magnates, porque te estoy hablando de un restó en La Barra de Punta del Este. Y el tipo, limpito, pero de overol, con unos anteojos re antiguos y siempre con la gorrita puesta, te dice  que va a comer dátiles nepalenses, y ahí imaginate que para que una palmera te dé dátiles en medio de las cumbres nevadas, tarda creo que trescientos años, y un cosechador nepalí, nepaleño, nepalense o como se diga, gana muy buena “guita” porque se llega a caer de la palmera y termina en un precipicio; y seguro tienen una A.R.T. y un seguro de vida carísimos; así que te cobran cien dólares cada dátil. El tipo se comió seis dátiles, me dijo el administrador.

Y la gente cree que con las expensas te roban, que los administradores y el consorcio se dan la gran vida con la “guita” del edificio, y no se dan cuenta, y vos les explicás y no se dan cuenta que si uno cambia toda la cupla los deja tres días sin agua; y te dicen que no, que un pendorcho y una lija no pueden salir esa “guita”.
Y no le vayas a decir que tuviste que ir a Uruguay, que invitaste a un tipo a comer por el bien del edificio porque enseguida piensan que estás robando a destajo.
Ellos quieren abrir la canilla, tener agua caliente y si es posible que todo sea gratis o pagar unas expensas miserables. Y no les hables de los gastos de protocolo, de márketing, de representación del edificio, de viáticos, porque no lo entienden. Y entonces tenés que “dibujar” todo para que los “señores” se bañen, laven los platos o bañen al perrito con agua caliente y vivan cómodos en su monoambiente con la señora, los pibes, la suegra y los perros.

Por eso yo estoy de acuerdo en que no se den muchas explicaciones de los gastos administrativos del edificio, y que no te importe lo que digan, que hagas oídos sordos a los chismes y seguir adelante con la administración, porque la gente no entiende que administrar un edificio es un sacerdocio. El administrador me dijo que no contara nada y que me olvidara de pagar las expensas de éste mes, y como un caballero, sacó un escudito de Peñarol y me lo obsequió: lo había comprado en Montevideo para mí. Pero no termina allí, el tipo sacó un regalo bien presentado y me dijo que era para mi señora, y cuando ella lo abrió había una ballena de cristal que cambia de color con el estado del tiempo y que en la base dice “Recuerdo de Punta del Este”.

 Cuento Finalista y Mención Especial del Premio Nacional de Humor Alberto Cognini, (fundador de la mítica revista Hortensia), Córdoba 2016.

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