Escaleras al cielo
Llegó el
ascensor al piso y estaba lleno. Era el único que andaba. Y para colmo tampoco
funcionaba el montacargas. Así que cada vez que pasaba por el mío, adentro
venían todos apretados, transpirando, un par de perros Dogo en dos patas porque
no entraban, apoyados con las patas sobre el espejo. En un viaje, alguien
viajaba adentro de un ropero. De allí salió una voz que dijo: Che, ¿en qué piso
estamos? Y al escuchar ese “che”, me quedé pensando cuánto hacía que no viajaba
con un argentino.
Decidí bajar
por las escaleras. Bajé dos o tres
pisos, y en un descanso una parejita tenía sexo. No lo podía creer, sexo
mañanero, y ellos me vieron y como si nada. El pibe no lo conocía, pero la
pendeja sí era conocida, del edificio. No quise mirar mucho porque la chica se
había quitado la remera y el corpiño, y si uno mira, lo primero que piensan es
que uno es un viejo verde. Aunque siempre es mejor ser un viejo verde que ser
un viejo choto. Así que para no parecer un viejo verde no quise mirarle esas
tetitas preciosas que alcancé a ver.
Y tratando de
no mirar, me paré al lado mientras ella gemía, y le dije “disculpame”, pero no
me dio ni bola. Le volví a decir y nada. No quería mirar mucho porque ella tenía
los pechos al aire, y el tipo matracaba y ni me miraba. Le toqué el brazo y le
dije “disculpame”, y de muy mala manera me dijo “¡¿qué querés?!”. Le expliqué
que las escaleras son escaleras de emergencia, y ella, de muy mal modo me dijo
que lo de ella era una emergencia.
El pibe le
seguía dando masa e íbamos camino a los alaridos. Le tenía agarrado un cachete
de su hermosa colita, aunque yo no quería mirar para que no anduvieran diciendo
que yo era un viejo verde. Le dije “disculpame” y no me dio bola. Tuve que
subir el tono de mi voz porque los jadeos eran cada vez más fuertes, y le repetí,
“disculpame”. Y nada. Era totalmente ignorado. Él tenía un poder de
concentración descomunal. Jamás siquiera me miró. Ella parecía verme en medio
de los revoleos de los ojos y la lengua, que parecía ir hacia un ataque de
epilepsia. Me apuré, le rocé el brazo y le dije: “disculpame”, y ella casi gritándome
me dijo “¡¡¡¿y ahora qué querés?!!! Yo le respondí que ese era un espacio que
tenía que estar libre por si los vecinos tenían que evacuar. De muy mala me
respondió: “¿Evacuar?, si quieren cagar que vayan a su casa”.
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